Comienza el mes de mayo y el Papa recuerda a San José y
la Virgen María como intercesores y modelos.
En la fiesta de san José obrero e inicio del mes dedicado
a la Virgen María, en la habitual catequesis de los miércoles en la Plaza de
san Pedro, el Papa recordó que «el trabajo forma parte del plan del amor de
Dios y otorga dignidad a la persona» y pidió que «san José que vivió momentos
difíciles y puso su confianza en Dios, que no abandona, interceda por todos los
trabajadores del mundo».
(RV) El Papa Francisco expresó que Jesús en el evangelio, es conocido
como el «hijo del carpintero», que compartió con José el cansancio y la
satisfacción. Pidió a todos que «en la medida de sus responsabilidades, se
esfuercen por crear puestos de trabajo y dar esperanza a los trabajadores». Y
rogó que «san José que vivió momentos difíciles y puso su confianza en Dios,
que no abandona, interceda por todos los trabajadores del mundo».
En una segunda idea el Papa se refirió a la actitud de María y José, que
acompañan y protegen con ternura el crecimiento del Hijo de Dios. Dijo que
para esto es necesario escuchar al Señor y «sacar tiempo para la oración». «En
este mes de mayo –manifestó-, recuerdo la importancia y la belleza de la
oración del Rosario».
Texto completo del Papa (traducción Aci/EWTN)
«Hoy primero de mayo, celebramos a san José obrero y
comenzamos el mes dedicado tradicionalmente a la Virgen. En este encuentro,
quisiera detenerme entonces sobre estas dos figuras tan importantes en la vida
de Jesús, de la Iglesia y en nuestra vida, con dos breves pensamientos: el
primero sobre el trabajo y el segundo sobre la contemplación de Jesús.
1. En el Evangelio de san Mateo, en uno de los momentos
en que Jesús vuelve a su país, a Nazaret, y habla en la sinagoga, se Surabaya
el asombro de sus paisanos por su sabiduría y la pregunta que se plantean: ¿No
es este el hijo del carpintero? (13,55).
Jesús entra en nuestra historia, viene en medio de
nosotros, naciendo de María por obra de Dios, pero con la presencia de san
José, el padre legal que lo custodia y le enseña también su trabajo. Jesús nace y vive en una familia, en la Santa Familia,
aprendiendo de san José el oficio de carpintero, en el taller de Nazaret,
compartiendo con él el empeño, la fatiga, la satisfacción y también las
dificultades de cada día.
Ello nos recuerda la dignidad y la importancia del
trabajo. El Libro del génesis narra que Dios creó el hombre y la mujer
confiándoles la tarea de llenar la tierra y de dominarla, que no significa
explotarla, sino cultivarla y custodiarla, cuidarla con la propia obra (cfr.
Gen 1,28 - 2,15).
El trabajo forma parte del plan de amor de Dios ¡nosotros
estamos llamados a cultivar y custodiar todos los bienes de la creación y de
este modo participamos en la obra de creación! El trabajo es un elemento
fundamental para la dignidad de una persona. El trabajo –por usar una
imagen– nos ‘unge’ de dignidad, nos llena de dignidad; nos hace semejantes a
Dios, que ha trabajado y trabaja, actúa siempre (cfr. Jn 5,17); da la
capacidad de mantenerse a sí mismos, a la propia familia, de contribuir al
crecimiento de la propia nación.
Y aquí pienso en las dificultades que, en varios países,
encuentra hoy el mundo del trabajo y de la empresa; pienso en cuantos, y no
sólo jóvenes, están desempleados, muchas veces debido a una concepción
economicista de la sociedad, que busca el provecho egoísta, más allá de los
parámetros de la justicia social. Deseo dirigir a todos la invitación a la
solidaridad y a los responsables de la cosa pública la exhortación a que
realicen todo esfuerzo para dar nuevo impulso a la ocupación; ello
significa preocuparse por la dignidad de la persona; pero sobre todo quisiera
decir que no hay que perder la esperanza; también san José también tuvo
momentos difíciles, pero nunca perdió la confianza y supo superarlos, en la
certeza de que Dios no nos abandona.
Y luego quisiera dirigirme en particular a ustedes chicos
y chicas, y jóvenes: empéñense en su deber cotidiano, en el estudio, en el
trabajo, en las relaciones de amistad, en la ayuda a los demás; el porvenir
de ustedes depende también de cómo saben vivir estos años preciosos de la
vida. No tengan miedo del compromiso, del sacrificio y no miren con miedo
al futuro, mantengan viva la esperanza: siempre una luz en el horizonte.
Añado una palabra sobre otra situación de trabajo que me
preocupa: me refiero a lo que podríamos definir como el ‘trabajo esclavo’, el
trabajo que esclaviza. ¡Cuántas personas, en todo el mundo, son víctimas de
este tipo de esclavitud, en la que es la persona la que sirve al trabajo,
mientras debe ser el trabajo el que brinde un servicio a las personas para que
tengan dignidad! Pido a los hermanos y hermanas en la fe y a todos los
hombres y mujeres de buena voluntad una opción decidida contra la trata de
personas, dentro de la cual figura el ‘trabajo esclavo’.
2. Aludo al segundo pensamiento: en el silencio del
quehacer cotidiano, san José, junto con María, tienen un sólo centro común de
atención: Jesús. Ellos acompañan y custodian con empeño
y ternura, el crecimiento del Hijo de Dios hecho hombre por nosotros,
reflexionando sobre todo lo que sucedía. En los Evangelios, san Lucas subraya
dos veces la actitud de María, que es también la de san José: ‘conservaba estas
cosas y las meditaba en su corazón’ (2,19.51).
Para escuchar al Señor, es necesario aprender a
contemplarlo, a percibir su presencia constante en nuestra vida; es necesario
detenerse a dialogar con Él, darle espacio
con la oración. Cada uno de nosotros, también ustedes chicos, chicas y
jóvenes, tan numerosos esta mañana, deberían preguntarse: ¿qué espacio doy al
Señor? ¿Me detengo a dialogar con Él? Desde cuando éramos pequeños, nuestros
padres nos han acostumbrado a iniciar y a concluir el día con una oración, para
educarnos a sentir que la amistad y el amor de Dios nos acompañan. ¡Acordémonos
más del Señor en nuestras jornadas!
En este mes de mayo, quisiera recordar la importancia y
la belleza de la oración del santo Rosario. Rezando el Ave María, somos
conducidos a contemplar los misterios de Jesús, es decir a reflexionar
sobre los momentos centrales de su vida, para que, como para María y para san
José, Él sea el centro de nuestros pensamientos, de nuestras atenciones y de
nuestras acciones.
¡Sería hermoso si, sobre todo en este mes de mayo, se
rezase juntos en familia, con los amigos, en Parroquia, el santo Rosario o alguna oración a Jesús y a la Virgen María! La oración
en común es un momento precioso para hacer aún más sólida la vida familiar, la
amistad! ¡Aprendamos a rezar cada vez más en familia y como familia!Queridos
hermanos y hermanas, pidamos a san José y a la Virgen María que nos enseñen a
ser fieles a nuestros compromisos cotidianos, a vivir nuestra fe en las
acciones de cada día y a dar más espacio al Señor en nuestra vida, a detenernos
para contemplar su rostro.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española,
en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, Costa Rica, Perú,
Chile, México y los demás países latinoamericanos. Pidamos a san José y a la
Virgen María que nos enseñen a ser fieles en nuestro trabajo cotidiano y a
afrontar con fe las vicisitudes de cada día. Muchas gracias».