Santa María, Madre de Dios
Hemos dejado ya atrás un año más y nos disponemos a comenzar un año
nuevo. En estos momentos nace casi espontáneamente en nosotros la
reflexión. Tomamos conciencia más lúcida del tiempo, de esa curiosa realidad
que vamos gastando sin tomarla demasiado en cuenta.
Son momentos idóneos para realizar un balance del pasado y proyectar
también nuestra mirada hacia el porvenir.
Muchas cosas que nos angustiaban y nos parecían casi insuperables ya han
pasado. Hoy nos parecen insignificantes y sin importancia. Mirando hacia
atrás, los días que fueron duros tienen un aspecto diferente. Ahora nos
sentimos más tranquilos y serenos, incluso, ante lo que ahora nos agobia y que
también un día pasará.
Al mismo tiempo, sentimos nostalgia. Nada permanece. Con el viejo año se
van no sólo las cosas difíciles y duras sino también las hermosas y buenas. Y
cuanto más avanza uno en edad tanto mayor es la fuerza con que percibe el
paso inexorable del tiempo. Este año que ha pasado nos deja también sabor
agridulce. No hemos sido lo que deseábamos ser. No hemos hecho lo que nos
habíamos propuesto. No hemos sido fieles a nosotros mismos. Un año más que
se va sin que hayamos crecido en verdad, en generosidad, en amor.
Hoy comenzamos un año nuevo. Dice H. Hesse que «en cada comienzo hay
algo maravilloso que nos ayuda a vivir y nos protege». Qué verdad se encierra
en estas palabras cuando uno mira todo comienzo con ojos de fe. De nuevo se
nos ofrece un tiempo lleno de esperanza y de posibilidades intactas. ¿Qué
haremos con él?
Las preguntas que podemos hacernos son muchas. Aumentaremos nuestro
nivel de vida y nuestro confort quizás, pero, ¿seguirá empequeñeciéndose
nuestro corazón? Tendremos tiempo para trabajar, para poseer, para disfrutar,
¿lo tendremos también para crecer como personas?
Este año será semejante a tantos otros. ¿Aprenderemos a distinguir lo
esencial de lo accesorio, lo importante de lo accidental y secundario?
Tendremos tiempo para nuestras cosas, nuestros amigos, nuestras relaciones
sociales. ¿Tendremos tiempo para ser nosotros mismos? ¿Tendremos tiempo
para Dios?
Y sin embargo, ese Dios al que arrinconamos día tras día entre tantas
ocupaciones y distracciones es el que sostiene nuestro tiempo y puede infundir
a nuestra existencia una vida nueva.