miércoles, 14 de noviembre de 2012

Horas de Sagrario lanzan a la santidad


El convencimiento absoluto y claro que hemos de alcanzar es que las horas de Sagrario nos lanzarán a la santidad. Seguiremos siendo falibles y pecadores, débiles, pero poco a poco iremos siendo transformados, porque la Presencia de Cristo y su Amor redentor nos irán tocando hasta moldearnos. La santidad la da Él. El anhelo a la santidad lo va despertando Él, suscitando el deseo, para luego colmarlo gratis y por amor.

"Todo debe converger en el Sagrario, nueva "tienda del encuentro" y lugar privilegiado para contemplar, "hasta el arrebato del corazón" (Novo Millennio Ineunte, 33), el rostro del Señor: rostro doliente de Cristo crucificado, "en el que se esconde la vida de Dios y se ofrece la salvación del mundo" (ib., 28); rostro glorioso de Cristo resucitado, en el que la Iglesia, "su Esposa, contempla su tesoro y su alegría" (ib.).


Hoy deseo repetiros a vosotros cuanto dije ya al inicio de mi pontificado: "¡Cristo es el Redentor del hombre!". Él, el mismo a lo largo de los siglos (cf. Hb 13, 8), es verdaderamente el único Salvador del hombre, porque "no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4, 12). Así pues, la vida cristiana no puede por menos de desarrollarse a partir de él. Debemos "recomenzar desde Cristo" cada día, buscando un "alto grado" de vida evangélica y poniendo por obra una "auténtica pedagogía de la santidad" (Novo millennio ineunte, 31)" (Juan Pablo II, Mensaje al Arzobispo de Benevento con ocasión del Congreso Eucarístico de la Archidiócesis, 1-junio-2002).

Éste debe ser el centro de toda pastoral; éste el camino parroquial; éste el dinamismo de todo Monasterio... porque aquí se labrarán santos, nunca en los papeles de los proyectos y programas.