El estudio de la religión alimenta la fe; ésta si no es cultivada, y pone
la razón-inteligencia también a su servicio, se verá debilitada, reducida a una
experiencia afectiva sin argumentos ni razones, simplemente por el "me
gusta" o "me hace bien" como una guía.
Sin pretender que el cristianismo sea una ciencia racionalista, capaz de
entrar en la inteligencia y que ésta lo abarque, sí es cierto que el
cristianismo emplea los recursos del pensar, y del "pensar bien",
para intentar comprender mejor la fe y que la fe se vea reforzada. Se deduce,
fácilmente, que la fe necesita el estudio y la profundización en la doctrina
cristiana.
Este estudio bien puede ser personal, con la meditación de las Escrituras,
con el Catecismo, con la lectura de libros buenos y sólidos, así como
comunitario, mediante la catequesis, la formación de adultos, la escuelas de
teología, etc. La fe hoy, a la que la secularización priva de toda
inteligibilidad y la encierra en los confines del afecto, requiere la seriedad
del estudio para dar razón de nuestra fe y esperanza.
"Habéis dado la prueba evidente de que el estudio de la Religión,
antes que humillar, exalta las aptitudes intelectuales y psicológicas del
joven, abriéndole horizontes ilimitados que, a la luz de Dios, le dan razón de
todo el inmenso plan de la creación, de la historia del mundo, de la evolución
de las edades, así como de los interrogantes, de las crisis, de los enigmas que
suscitan en el corazón y en la mente del hombre realidades que nos superan, si
una luz, descendiente de lo alto no lo ilumina, si una mano buena y fuerte
tendida con ternura paternal no lo sostiene en su caminar por el gran mar de la
vida y del universo.
Habéis demostrado que el estudio de la Religión, antes que ser restos
arqueológicos de tiempos pretéritos, es, en cambio, exigencia inaplazable del
hombre de hoy; es la condición de modernidad y de vigor intelectual, clave
única e indispensable para comprender al mundo, para escrutar la profundidad
del universo con todo lo que por dentro -como diría Dante Alighieri- se
descubre para seguir el hilo de oro del plan divino que abraza a toda la
humanidad con su amor irresistible y victorioso.
La mayor alegría, pues, se encierra en vuestros corazones con estas certezas
magníficas que habéis recogido durante vuestros estudios; estamos seguros de
ello, ¿no es verdad? Conservad siempre en vosotros esta alegría, manteniendo
viva la llama de la fe, alimentándola con el estudio, con la piedad y sobre
todo con el amor; sabed comunicar también a los demás esta llama, pues -como ha
dicho el Concilio Ecuménico en el Decreto sobre el apostolado de los laicos-,
el conocimiento de la doctrina cristiana se ordena directamente a la formación
en el apostolado (cf. AA 30)" (Pablo VI, Disc. a un gurpo de estudiantes
de Sebenico, Dalmacia, 6-julio-1967).
Todo estudio, y ampliando el horizonte, toda enseñanza religiosa, ya sea
escolar o catequética, necesita unos sólidos fundamentos. Aquella época
centrada en una "catequesis de la experiencia", basada sólo en
vivencias de cada uno y en opiniones, jugaba con la psicología y la emotividad,
pero era todo tan superficial al sujeto, que no quedaba nada, ni se transmitía
nada, ni formaba. Simplemente identificaban la fe con una vivencia subjetiva
gratificante asociada a una edad juvenil o infantil, pero eso se les quedaba
pequeño ante los retos y desafíos del mundo, cuando se incorporaban como
adultos.
La transmisión de la fe debe ser un estudio completo, pero no árido, de la
fe, un conocimiento completo de las verdades cristianas. Para ello hay
instrumentos y herramientas:
"Apóyese la enseñanza religiosa y combínese constantemente con textos
autorizados de la Sagrada Escritura, de la Iglesia, la hagiografía.
El lenguaje de la Escritura es tal que usado oportunamente produce la
impresión más profunda en el ánimo de los jóvenes, como, por lo demás, de todos
los fieles; así el lenguaje de los documentos pontificios y conciliares abre,
con su realismo y jugosidad, nuevos horizontes que se ganan la confianza del
joven, mientras el ejemplo vivo de los santos le hace ver encarnado en la
realidad vivida el valor abstracto de los principios" (Pablo VI, Disc. a
los directores diocesanos de la Oficina Catequística Italiana, 8-julio-1967).
La fe se alimenta con el estudio: hemos de tenerlo claro y renovar nuestra
fe mediante una sólida formación, una lectura continuada. Estudio, piedad y
amor: las tres bases para vivir la fe hoy.
¿Lo aceptamos? ¿Lo haremos?